¿Quien soy y porque he venido? Bueno... no son preguntas fáciles de responder, pero supongo que tienes tiempo de sobras.
I Infancia Año -25 a 0, Los Baldios Mi vida empezó como la de cualquier joven Wildrunner. Criado entre mis semejantes en un grupo pequeño, me acostumbre rápidamente a la vida nómada de mi gente. Era feliz, todo lo feliz que se podia, inmerso en la neblina de la juventud. No entendia lo que ocurria a mi alrededor, no entendia porque nos moviamos sin parar, ni porque heramos tan pocos. Mi raza, los taurens, somos un pueblo de naturaleza pacífica, que respetamos y reverenciamos a la madre tierra porque ella lo es todo para nosotros y eso era lo que yo entendi en mi infancia. Pero no entendia que no todas las razas son asi. Durante años, mi pueblo, mi raza entera se había visto envuelta en cruentas razas contra los centauros por la posesión de la tierra, que nos habían forzado a ese estilo de vida nomada. Mi tribu, pequeña, aprendia como podia a evitar los enclaves de los centauros, a preguntar a las otras tribus por donde era seguro viajar y a escuchar en la noche mientras acampabamos. Pero yo, en la dulce ingenuidad de la infancia no lo entendia. Mi tribu me enseñaba las tradiciones de la tierra, los ritos de la caza y de la vida, y yo crecía feliz, ajeno al sufrimento, en brazos de la madre. La tierra me parecia generosa con nosotros. La llanuras de los Baldios parecian eternas, los vientos suaves y las lluvias agradables. Correteaba en la hierba, mecido por el viento y abrazado por la lluvia mientras oía como susurraban mi nombre, y eso me parecía normal, y era feliz. Mi padre, uno de los cazadores de la tribu, mientras seguiamos a las mandas de Kodos me decía, que si escuchaba lo suficiente, podía notar el pulso de la vida, podía notar como los animales surcaban las praderas y como los ciclos se sucedían. Yo no lo entendía claro, no en ese momento, pero sonreía feliz y asentía, sin darme cuenta que lo que mi padre queria decirme era que debia aprender a escuchar si mis nuestros enemigos se acercaban, al galope. Mi madre, me enseñaba a identificar las hierbas que podían sanar las heridas de los guerreros, los dolores de cabeza de las madres y darle ese sabor tan tierno al pan. Yo, maravillado, pensaba que mi madre era un ser sabio y poderoso que podía hacer que las plantas se volvieran bollos deliciosos, pero no me questionaba por que era necesario sanar a los guerrero. Los ancianos de mi tribu contaban historias maravillosas, sobre grandes y sabios héroes, y yo, fascinado, soñaba que los conocía y caminaba de su lado, sin comprender el porque de sus azañas, que gran ironía verdad? Y así mi infancia fue dando lugar a mi adolescencia. Moviendonos de un campamento a otro, siguiendo a la estaciones, a los días y a los ciclos de la madre.
Era feliz sin duda. Mi infancia fue ignorante pero maravillosa. ¿Podía predecir lo que ocurriría?, ni por asomo. Alguien me podría haber anticipado, bueno, seguramente si. Los ancianos se me quedaban mirando al anochece, mientras jugaba con el viento, y susurraban. Mi padre me acariciaba el pelambre ensoñado, y mi madre a veces me abrazaba sin motivo y suspiraba. Lo intuían claro. Estas cosas se intuyen, pero no podían decir ni hacer nada, porque uno no nace, se hace. No basta con tener el camino a los pies, hay que recibir la llamada.
II Adolescencia, Años de la crónologia 0 a 25, Los Baldios Puedo decir tristemente que mi infancia termina el día que los cascos de caballos resonaron hasta nuestro campamento. De pronto, para mi, el mundo exploto. Pude ver y entender por primera vez que eramos nosotros las presas, que estabamos siendo cazados por un enemigo despiadado y enloquecido. Aunque lo de aquella noche no fuera más una escaramuza con pocas bajas más para ayuentarnos dos cosas cambiaron fundamentalmente mi vida. La primera, el empezar a entender la situación de la tribu, el ser consciente repentinamente de sus caras veladas de sufrimiento, de humillación y de tristeza. La segunda fue enfrentarme a la muerte. Supongo que esto último te es algo díficil de entender, pero te lo explicare. Para la mayoria de los seres vivos la muerte de otros es algo que ven como un instante, de pronto su ser querido o su enemigo esta muerto, ha dejado de respirar, se fue... Si, entiendo tu asombro. Pero es así. Supongo que no lo puedes entender, pero la primera vez que vi como el alma de uno de los mios surgia de su cuerpo y la abandonaba senti una mezcla entre horror y fascinación. Y cuando se lo explique a mi padre... ah, se que aún lamenta como me miro ese día.
Esa noche, cogimos todo lo que pudimos y abandonamos a nuestros caidos con rapidez. Esa noche llore como nunca había llorado. Desde ese momento, todo cambio. Los ataques empezaron a volverse más frecuentes y mi tribu se unio a otras, ya muy diezmadas, para intentar protegernos. Eso me llevo a oir hablar por primera vez de los chamanes y a entender porque los demas me miraban con una mezcla de esperanza y temor. Empece a tomar tambien un papel en mi tribu. A pesar de los repetidos intentos de mi padre, habia demostrado ser un pesimo arquero y un mal cazador (sobre todo por que me lamentaba cuando veia que un animal iba a morir), pero, por suerte, estaba siendo un magnifico alumno de mi madre, y aprendia a ayudar en sus sanaciones. Aprendia tambien a asistir en los nacimientos y en las muertes (lo que no dejaba de turbarme) y así, cada vez más perseguidos, cada vez menos, los años pasaban, mientras yo esperaba que algo ocurriera.
Y Ocurrio... Algunos, tienen guia desde jóvenes, siguen los pasos de grandes maestros y esperan la llamada. Otros como yo, no tuvimos la misma suerte. Los ancianos me han contado que hay varias maneras de recibir la llamada, pero que todas pasan por una experiencia vital que cambie la forma de ver la vida. Uno puede ser alcanzado por un rayo, y ser llamado en ese momento, un Heyoka, como los llamaba mi maestro. Puede ser mediante una enfermedad intensa, que cambie el cuerpo y la mente. O puede ser mediante una experiencia cercana a la muerte...
Mi llamada vino a mitad de mi adolescencia, aunque desde ese momento se puede decir que empecé mi camino hacia mi madurez. Ocurrió en uno de los ataques de los centauros. Mientras los guerreros y cazadores protegian a la tribu yo asistia con mi madre a los heridos. De pronto un pequeño grupo de exploradores centauros aparecio por detras de una montaña y vino hacia nosotros. El miedo se apodero de todos y ante la impotencia, tome un pesado garrote y me encare hacia ellos sin saber, claro, que llevaban lanzas de piedra. Ciertamente, se puede decir que mi raza tenemos la cabeza dura, imagina como debio ser el golpe que recibi. La lanza me impacto directamente en la cabeza y durante unos segundos el mundo se paro. Mientra caia todo parecía ir mas lento, oia los gritos de mi madre, oia los gritos de los guerreros y veia como los Centauros se daban la vuelta, pero nada tenia sentido para mi, en mi particula visión del mundo, supe que algo iba muy mal, supe que iba a morir. Pero no mori.
Después supe que dormi durante nueve noches en cama. Después supe que toda mi tribu estuvo paro por mi, que hicieron todo lo posible para que no muriera mientras el grupo seguia moviendose, que mi madre no me abandono ni un segundo, pero eso lo supe después. Porque en el momento que mis ojos se cerraron, que la oscuridad se cernió sobre mi, mi alma viajo mas allá. Mi alma viajo y aparecí junto a una hoguera, en mitad de la noche estrellada, en mitad de la verde pradera, donde cuatro ancianos fumaban tranquilamente y hablaban. En el circulo alrededor del fuego había un hueco y me senté, y ellos asintieron satisfechos y me hablaron. Me explicaron que me hallaba en el lugar donde las almas de los Taurens caidos van. Me hablaron de los espíritus, me hablaron de mi raza, de mi gente, de mis ancianos y mis ancestros, de nuestro honor. Me hablaron de los ciclos de la vida, de las tormentas y de los vientos. Me hablaron de los chamanes, de como ayudaban a mi pueblo a sobrevivir y me hablaron de mi lugar entre mi gente y de la búsqueda que debía emprender. Me explicaron que el mundo estaba cambiando, que habian cosas y razas más alla de nuestras tierras y que como aprendiz de chaman deberia emprender un nuevo camino y que deberia aprender a tener fuerza para recorrerlo. Pues el camino de los que son como yo, es siempre una búsqueda que no acaba. Uno nunca deja de aprender, ni de conocer a gente, uno nunca deja de guiar.
Al despertar toda mi tribu me acompañaba expectante. Al despertar vieron en mis ojos que había cambiado. Vieron en mis ojos que empezaba a entender. Al quinto día la tribu se movio de nuevo sin que ni ellos ni yo pudieramos imaginar lo que iba a ocurrir.
III Madurez: La tierra prometida, Años de la crónologia 25 a 29, de los Baldios a Mulgore ¿Como sabes en que momento esta cambiando la vida? ¿Como puedes decir, aquí y ahora, ha empezado un cambio que no tiene marcha atrás? Ahora puedo decirlo, claro. Ahora puedo decir con calma, ese fue el momento en que todo cambio, en que nuestras vidas cambiaron. Y empezo de la forma más tonta.
Amanecio un día como cualquier otro, un día luminoso, que traia una esperanza que no creiamos tener. A media mañana, cuando ya estabamos preparando el campamento vimos un gran número de guerreros Taurens acercarse hacia nosotros, junto a unos seres verdes, con poderosas armaduras de metal y feroces lobos. Nuestros ojos no creian lo que veian. ¿Un ejercito tauren? Los guerreros portaban estandartes hechos con las de nuestros enemigos y cantaban canciones de victorias. Nuestros ancianos se acercaron a ellos y el lider de los Tauren, Cairne Bloodhoof hablo con ellos. Los Taurens se habian levantado, se acabo el huir, se acabo el lamentar. Junto a nuestros nuevos aliados, la horda del Orco Thrall, acabariamos con los centauros que nos acosaban y reclamariamos nuestras tierras. Era la hora de luchar, de que los cazadores, sanadores, druidas, chamanes y todo aquel que pudiera empuñar un arma se levantaran para crear un nuevo hogar. Me uni a ellos, como no iba a hacerlo frente a tal promesa. Y se cumplio.
Durante días el ejercito recorrio los baldios atacando a los grandes clanes Centauros, victoria tras victoria gracias en parte a la ferocidad de nuesros nuevos aliados. Pero nosotros no estabamos de brazos cruzados. Encontre en el ejercito a maestros Tauren de los espiritus, que enseñaban a los discipulos que quisieran escucharles, fuera la raza que fuera su senda. Y a ellos me uni. Juntos, y gracias a los espiritus, combatimos a nuestros enemigos. Junto a ellos aprendi que la naturaleza no siempre esta en armonia, que hay un equilibrio que se debe mantener y a veces hay que luchar por ese equilibrio. Junto a los guerreros aprendi la grandeza de la horda, conoci a miembros de las otras razas, honorables y brutales orcos, enigmáticos y clarividentes trolls y he entendi que se pueden encontrar compañeros en el camino, para aprender de las otros razas, y que ellos conozcan a mi gente.
Mucho podria contarse de las largos días de batalla, la horda avanzo sobre los centauros hacia el oeste para descubrir que habia un mal mayor, los demonios que asolaban las antiguas tierras del Oraculo. Alli, encontramos a nuevas razas, a las que los orcos miraban con odio, pero aun asi Thrall pacto con ellos y juntos luchamos y derrotamos a la Legion ardiente. Pero supongo que creo eso ya lo sabes. Te dire que finalmente la horda tomo control de los baldios, y que mi gente pudo volver a la tierra prometida, Mulgore, donde mientras otros combatian a la Legion nosotros reclamamos nuestras tierras de los Centauros. Despues, Orcos y Taurens se separaron, como aliados y eternos amigos eso si, para que cada pueblo edificara una gran ciudad. Yo volvi junto a mi tribu y nos asentamos junto a la tribu Bloodhoof en la mitad de las llanuras de Mulgore.
Y alli ayude a recuperarse a mi tribu. Pero conforme los días pasaban y aprendía, más me daba cuenta que debía viajar y moverme, para encontrar a otros maestros, para oír a otros espíritus y para ayudar a otros caminantes. Pues todos seguimos un camino en la vida. Y así llego el día en que tuve que partir. Llego el día en que me hice un adulto. En que mi tribu me dio sus bendiciones, y en que el primero de vosotros me llamo. Conforme mis pasos me alejaban de mis seres amados, de mis ancianos y de mi pasado, un fuerte latido de corazón empezó a retumbar en mis oídos. Lo seguí durante horas, internándome cada vez más en las montañas. Allí, la sabiduría de la tierra se revelo en todo su esplendor. Allí pase unos días meditando y aprendiendo. Conversando con los espíritus de mis ancestros, que me hablaban de como la tierra se mueve, sin prisa pero sin pausa. De como la tierra nos sustenta y nos apoya. Pero mi camino no acababa allí.
Los espíritus me dijeron que debía ir a Thunderbluff, al nuevo hogar de los Tauren, pues me reclamaban los maestros de los espíritus. Y así lo hice. Durante días recorrí las verdes estepas regocijandome de la vida. Cace mi comida, bebí las frescas aguas de la lluvia y saboree los dulces frutos de la tierra. Pero también vi las heridas a la tierra de nuestros enemigos, el desprecio que sienten por nosotros y el horror que pueden causar. Y me senti orgulloso por lo que habiamos hecho.
Finalmente, llegue a la gran ciudad. Y en aquel momento, sentí todo el orgullo posible por mi gente. En la gran ciudad reencontre a muchos y variados Taurens de tribus muy dispares que habiamos combatido. Y entendí lo grandioso de nuestra raza. Presente mis respetos a los maestros, y ellos escucharon mi linaje, y asintieron satisfechos. Ya no era un aprendiz, la guerra y los espiritus me habian vuelto por fin un miembro de pleno derecho entre los mios. En Thuderbluff aprendí las leyes de la Nueva Horda. Y el camino que debía seguir. Había nacido una nueva epoca para los Taurens, ya teniamos una tierra, y teniamos aliados, y junto a lloe teniamos que proteger lo que era nuestro. Asi los ancianos me encomendaron al camino me enseñaron la forma en que los lobos lo recorrian, sin prisa pero sin pausa y despues convocaron al señor de las llamas y danzamos junto a sus hijos. Danzamos por los caídos, por las batallas pasadas y las venideras y por la fuerza y sabiduría en nuestras decisiones.